bulir.
Mover. Después de sacar la empanada había que bulir el pan en el horno.
Hay que bulir el pan para que no se
peguen las hogazas.
bullar.
Mondar o pelar patatas o cualquier fruta.
Bulla patatas para hacer una
tortilla.
bullote.
Castaña asada y pelada.
Le dio al niño cinco bullotes.
buraca.
Agujero sobre todo en las paredes de las casas donde se habían metido
las maderas para hacer los andamios. También los agujeros de los palomares.
Había guardado la navaja en una
buraca del pajar.
burro.
Armazón de madera compuesto de dos brazos que forman ángulo y un
travesaño que apoya en el suelo. Sirve para sujetar y tener en alto una de las
cabezas del madero que se ha de aserrar.
Lo primero sujetamos el tronco en el
burro para serrarlo.
butirón
Especie de nasa que se ponía en el río por la noche y con un cebo dentro
para pescar truchas.
Armó unos butirones y cogió cinco
truchas.
c
cabeiro.
El del final, el último.
Dormía en la habitación cabeira.
cabezón.
Parte delantera del carro donde y mediante el sobeo se sujetaba al yugo.
Si te ponías en la trasera del carro
hacías palanca y levantabas el cabezón.
cabilla
Barra de hierro de unos 20 centímetros que se metía en los agujeros del
timón del arado para sujetarlo a la trasga colgada del yugo.
Perdió la cavilla y no podía arar.
cachapada.
Riego con mucha agua pero poco tiempo.
Echó una cachapada de agua a los pimientos.
cachapelo.
Criar a un animal con biberón por que no le da la madre de mamar.
Estaba criando un cordero a
cachapelo.
cachapo.
Cuerno en que los segadores levaban a piedra de afilar.
El cachapo siempre llevaba una poca
de agua.
LA SIEGA DE LA HIERBA
Los segadores, los que manejaban la
guadaña, hacían un trabajo muy duro, pues cuando la hierba es fuerte y espesa
ofrece una gran resistencia a la guadaña y exige un gran esfuerzo. De hecho
cada poco dejaban el tajo, y descansaban apoyándose en el mango de la
herramienta apretándose los castigados riñones.
Durante buena parte del siglo XX, nuestros campesinos seguían segando
de la misma manera.
Un día de siega era muy fuerte, si te dedicabas todo el día a segar.
Esto era trabajo de hombres. Segar uno sólo sobre todo si tenías muchos prados
era un trabajo durísimo y contratabas obreros. Se les trataba lo mejor que
podías, se les daba de lo bueno lo mejor, el lomo, el jamón… la parva antes de
salir de casa (aguardiente y un trozo de pan), el almuerzo a las nueve (se
supone que se había empezado a trabajar a las cinco o a las seis de la mañana),
lo llevaban las mujeres o los chicos y luego arramaban la hierba. Se trataba
de ir esparciendo la hierba del maraño o
liñó para que se secase y poder encerrarla en el pajar. Sobre las doce se
dejaba el trabajo y se regresaba a casa para picar la guadaña, descansar, comer
y dormir la siesta. Las horas del mediodía eran tan calurosas que no se
aguantaba trabajando. Por la tarde otra vez al tajo, antes de salir se
tomaban un ponche, huevos batidos con vino blanco y azúcar, la merienda también
a su hora en el prado y después la cena en casa. Se comía mucho pero se quemaba
más.
Afilado
Una tarea importante para su correcto
funcionamiento es el afilado o picado. Para que el filo corte suavemente la
hierba de forma que el segador deba realizar menos esfuerzo hay que
afilarlo cada cierto tiempo, ya que los golpes con ramitas o piedras lo
desgastan bastante. Esto se realiza normalmente dando pequeños golpes al filo
con un martillo especial dedicado a tal efecto, a modo de yunque sobre una especie de clavo hincado en
el suelo y también diseñado para esta labor. Una forma más rápida, aunque menos
eficiente con filos muy desgastados, es el uso de una piedra de afilar, que se
llevaba en el cachapo.
Los días siguientes había que dar vuelta la
hierba con la horca, no era una tarea fatigosa. Una vez seca, se preparaba
para transportarla en el carro. Para
ello se agordonaba, se hacían dos hileras con una separación por la que pasaría
el carro. Para cargar iban varias personas, una daba la hierba de uno y otro lado, otra se ponía en el carro
para cargar, otra para arrastrar con un
rastro de madera la hierba que se desparramaba.
Era un trabajo duro ya cargarla en el carro era molesto, pero meterse en
el pajar para colocarla y pisarla era tragar polvo en cantidades considerables
y aunque te atabas un pañuelo al cuello y un polvo se te metía por todas partes
y si el trabajo lo permitía ibas corriendo al río para lavarte y evitar los
molestos picores.
Para que la cosecha fuera
buena por el invierno y desde que dejaba de helar se regaban los prados
siguiendo el dicho “¿dónde esta la hierba? – donde el agua invierna”. Se
intentaba que los prados dieran buenos carros de hierba para que una vez
recogida sirviera de alimento al ganado durante el invierno. Los buenos prados
se segaban dos veces, la hierba en junio y el otoño en agosto o septiembre.
Preparados para ir por hierba
A descargar...
me ha gustado un montón. Me ha recordado a las cosas de Castro que me contabas cuando era pequeña.
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